¿Habrá descendido alguna vez de su trono el monarca ministro de Educación, para ver cómo están las escuelas?

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Teófilo Abreu 

Sería prácticamente imposible suponer que un súper funcionario de su jerarquía se rebaje al nivel de visitar escuelas, calificadas de pocilgas, debido al deterioro en que han caído, como consecuencia del abandono oficial.

Aún menos, tratándose de centros a los que sólo tienen acceso los pobres, hijos de trabajadores, chiriperos, desempleados e «hijos de machepa», por los cuales debe sebe sentir asco y desprecio.

Por eso no ha podido enterarse de que la gran mayoría de las escuelas están en condiciones tan desastrosas, que ni siquiera tienen agua para realizar la limpieza, mucho menos para que los niños y profesores puedan saciar la sed o lavar sus manos, algo indispensable para garantizar su salud.

¿Alguien imagina lo que significa para un niño pasar cuatro o cinco horas en una escuela, sin poder tomar agua o lavarse las manos, o utilizarla cuando tienen necesidad de ir a un baño a cumplir con sus necesidades fisiológicas?

En muchas de las escuelas el servicio de limpieza, algo primordial, es deficiente, porque lamentablemente no hay agua, una realidad tristemente puesta al desnudo por el director del Instituto Nacional de Bienestar Estudiantil (INABIE), Víctor Castro.

Nadie en este país, con un sano juicio, podría haberse imaginado esta triste realidad, tomando en cuenta que el sector educación recibe la mayor cantidad de recursos del Presupuesto Nacional, equivalente al 4% del Producto Interno Bruto (PIB).

Pero esto no es importante para el Todopoderoso súper ministro, que olvidando su papel al frente del Ministerio de Educación, prácticamente se tragó a una ilustre y honorable diputada, que asumiendo su papel, lo invitó a acudir a la Cámara Baja para que explicara porqué tantos niños han quedado fuera de las aulas.

La misma prepotencia la exhibió cuando se negó a recibir en su despacho a una comisión de diputados y otra de dirigentes de un partido de oposición, que querían plantearle la misma inquietud.

Imagino, entonces, que a este monarca «le dio tres pitos» que en Santiago de los Caballeros se intoxicaron 57 niños al ingerir jugo del desayuno escolar, lo que también ocurrió en La Vega y otras localidades, debido a la cuestionada calidad, además de la falta de nutrientes adecuados y necesarios para los niños.

De algo podemos estar seguros, y es que este monarca, que se cree superior a todos, no sebe qué hacer con los más de 20 mil millones que cada año recibe el Ministerio de Educación, mientras que las escuelas se caen a pedazos y la falta de aulas es admitida por las propias autoridades, que han ofrecido le entrega de un bono de 500 dólares para cada niño que no encuentre cupo en una escuela pública, y tenga que ir a un colegio privado.

Pero este endioso jerarca es muy superior para reconocer que con prepotencia y bravuconería no se podrán resolver estos problemas que afectan a miles de niños que quedan fuera de las aulas y el abandono a que han sido sometidas las escuelas de los pobres.

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