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Teófilo Abreu
«La Policía ta abusando. Ayer se llevaron a un pana mío, y cuando lo fui a bucá tuve que pagá 18 mil. Pero exigían 25 mil y a mucha brega lo dejaron en 18 mil. Son uno abusadore”.
Desde el primer día advertí que algo semejante pasaría, con una disposición gubernamental que en principio se ve sana, valiente y patriótica. Es lo que debió hacerse siempre, y no esperar que este país se llene de invasores ilegales que amenazan con hacer desaparecer la República Dominicana
Sólo me equivoqué en un detalle. Creí que este negocio ocurriría sólo en la frontera, a donde en épocas pasadas los militares que eran trasladados lo veían como un castigo, y que hoy lo reciben como una oportunidad para enriquecerse.
La denuncia hecha por un vendutero de aguacates en el sector Villa Consuelo, de esta capital, es una muestra de lo que ocurre en diferentes barrios de Santo Domingo y en casi todas las provincias, muchas de las cuales han sido difundidas a través de diferentes medios informativos.
Sólo los haitianos que no disponen de efectivo al momento de ser apresados y subidos a “la camiona”, son llevados al antiguo Centro Vacacional de Haina, convertidos en un centro de acogida para “depurar” a los extranjeros, antes de ser deportados hacia su país.
Al parecer ha caído en el vacío la advertencia del nuevo director de Migración, vicealmirante Luis Rafael Lee Ballester, quien inició sus nuevas funciones reportando en apresamiento de 343 ciudadanos haitianos indocumentados que se proponían ingresar a territorio dominicano a través de varios puntos de la frontera.
Ciertamente fue un buen comienzo, pero su advertencia de que no permitiría soborno no ha sido escuchada y el negocio sigue tan campante como el hombre aquel.
Las deportaciones deben seguir, como un derecho de este país a defender su soberanía, pero es inconcebible que un negocio sucio de esta naturaleza ensombrezca el propósito presidencial.