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La temporada invernal en Colombia ha desencadenado una emergencia humanitaria de gran magnitud, con 50.000 familias afectadas en todo el país y 100.000 damnificados solo en el Chocó. Las inundaciones han golpeado con fuerza a comunidades vulnerables, destacando la falta de infraestructura como un factor que agrava las consecuencias en regiones como La Guajira.
El impacto en Chocó: una tragedia que crece
El Chocó, una de las regiones más lluviosas del mundo, enfrenta desbordamientos masivos del río Atrato, dejando poblaciones como Bojayá y La Molana sumidas bajo el agua. En estas comunidades, cerca de 3.000 personas han perdido prácticamente todo, mientras claman por ayuda urgente.
Luis Gilberto Murillo, canciller de Colombia, afirmó durante un recorrido por las zonas afectadas:
“La desigualdad en Colombia es evidente aquí: quienes más sufren estas emergencias son los más vulnerables”.
La respuesta internacional ha sido fundamental para aliviar la crisis:
- Naciones Unidas distribuyó kits de aseo, cocina y alimentos.
- Estados Unidos y China aportaron $100,000 cada uno a través de USAID.
- La Agencia Española de Cooperación Internacional donó 250,000 euros.
- El Programa Mundial de Alimentos ajustó sus operaciones para asistir a 5,000 personas en el Chocó.
La Guajira: entre la lluvia y la falta de infraestructura
En La Guajira, el impacto de las lluvias se ve agravado por problemas históricos de infraestructura:
- Municipios como Manaure y Riohacha sufren por la ausencia de sistemas de alcantarillado, intensificando las inundaciones.
- Corregimientos de Uribia están completamente aislados, convirtiendo caminos en lodazales, lo que impide el transporte de pacientes, genera desabastecimiento y paraliza el comercio.
Ghisliane Echeverry, directora del Ideam, advirtió que las lluvias podrían extenderse hasta enero o febrero, influenciadas por la temporada de ciclones tropicales y las particularidades climáticas del trópico.
Un llamado a la acción
La crisis evidencia la necesidad de soluciones estructurales y políticas públicas robustas que permitan a las comunidades vulnerables enfrentar fenómenos climáticos recurrentes. Mientras tanto, la solidaridad nacional e internacional sigue siendo clave para atender la emergencia.
“La temporada de lluvias no discrimina, pero afecta más a quienes menos tienen”, concluyó Murillo, instando a redoblar esfuerzos para mitigar la tragedia y preparar mejor al país frente a futuros desastres.