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Teófilo Abreu
El presidente Luis Abinader, que se supone ha madurado políticamente, ha debido aprender la enseñanza de un viejo proverbio que trata de enseñarnos que “quien mucho habla, mucho yerra”.
Desde el primer día de iniciar su primer mandato, Abinader se dio a la tarea de hablar todos los días, a ofrecer declaraciones en cualquier acto público y ofrecer declaraciones de cualquier índole.
Con esto, el mandatario comenzó a diferenciarse de otros presidentes anteriores, que sólo ofrecían discursos en ocasiones consideradas muy necesarias, y sus declaraciones a la prensa también eran reservadas para momentos oportunos.
El anuncio de que para este domingo el mandatario hablaría a la nación abría para muchos una interrogante: ¿Qué dirá el Presidente, si habla todos los días?
Y en medio de un ambiente beisbolero, en que la mayoría de los dominicanos estaban atentos a los partidos de pelota, el Presidente pronunció su discurso, en el que anunció al propósito de su gobierno de eliminar la pobreza para el 2028.
Nada más parecido a una oferta de campaña, de aquellas que se ofrecen cada cuatro años y abren la esperanza de muchos, pero que nunca se cumplen, ni hay posibilidad de cumplirlas, y mucho menos el propósito real de cumplirlas.
Todavía, en diferentes localidades del país están a la espera de que se inicien obras para las cuales se dio el primer picazo o el primer palazo, igual que otras iniciadas a principio del pasado cuatrienio nunca se terminan, como tampoco otras construcciones o remodelaciones dejadas en estado avanzado por la anterior Administración.
¿Y en medio de este panorama podemos creer en que la pobreza, un mal que parece endémico y eterno en este país, podría ser eliminada en algo menos de cuatro años?
Ni siquiera la expresión de Santo Tomás, de ver para creer. Es simplemente una promesa de campaña, hecha fuera de tiempo, por un Presidente para quien está vedada, por decisión propia, cualquier aspiración presidencial después de concluir el actual período.
Pero “esto usted lo cree o no lo cree”.