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Teófilo Abreu
La sociedad dominicana ha sido acostumbrada a escuchar que las cosas que ocurren en este país son las primeras o las más grandes del mundo, y de eso se han encargado las autoridades.
Ya sabemos que la economía dominicana es la de mayor crecimiento en toda América Latina, que este país fue el primero en recuperar el turismo después de la pandemia de la Covid 19, uno de los primeros en muertes por accidentes de tránsito y el único donde diariamente alumbran más parturientas haitianas, sin pagar un solo centavo.
Es también el país de mayor número de adolescentes embarazadas en toda América Latina y en gran parte del mundo, así como mayor tasa de accidentes de tránsito por cantidad de habitantes, y ahora número uno en intento de fraude digital.
Hay muchas otras en las que las autoridades enarbolan que somos los primeros. Algunas de esas estadísticas han servido para levantar el ego oficial; otras han venido a llenar de vergüenza a todos los dominicanos ante el mundo.
Pero en lo que sí estamos todos de acuerdo es en que es inaceptable que un militar o policía tenga que arrodillarse y no se atreva a enfrentar como se debe la agresión de un haitiano o extranjero, de cualquier país, estando en su propia tierra y cumpliendo con su deber.
Por eso, muchos dominicanos hemos visto con indignación reiteradas agresiones de parte de haitianos a miembros de los cuerpos castrenses, al tratar de detenerlos para indagar su estatus de inmigrantes, enfrentándolos con cuchillos, machetes y armas de fuego.
Y la actitud de esos militares no ha sido otra que aguantar la agresión o simplemente salir huyendo, porque a esos extranjeros no se les debe tocar ni con el pétalo de una rosa, por temor a que los organismos internacionales y las ONGs locales nos acusen de xenofobia, odio anti-haitiano, así como de violación a los derechos humanos de esos extranjeros.
Dicho en buen dominicano, habría hasta que bajarse los pantalones para que un haitiano le dé una pela a cualquier militar que intente hacerlo cumplir lo que mandan las leyes de este país.
Al referirse a esas agresiones, el director general de Migración, vicealmirante Lee Ballester, ha señalado que la República Dominicana reforzará la política de entrenamiento y el uso de la fuerza, y que cada agresión será respondida en virtud de la amenaza recibida, siempre respetando los derechos humanos.
Como se ve, la respuesta del funcionario, que reflejan un tono puramente diplomático, constituye una muestra del temor que tienen las propias autoridades a responder con la energía que se debe ante acciones tan intolerables, inadmisibles e imperdonables, como la agresión violenta de un extranjero en condición de ilegal a una autoridad militar que representa los colores de la patria.
Si los representantes de los cuerpos armados no pueden tener valor para enfrentar acciones de esa naturaleza, entonces claudiquemos y entreguemos la soberanía del país a los haitianos.