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Durante la década de los 80, el mundo del entretenimiento estuvo marcado por la fama, las fiestas y los excesos, un contexto en el que muchas estrellas jóvenes enfrentaron problemas de adicción. Demi Moore, una de las figuras más representativas de esa generación, recientemente compartió detalles sobre cómo las drogas y el alcohol estuvieron a punto de truncar su carrera en aquella época.
En el documental Brat: Las jóvenes estrellas de los años 80, dirigido por Andrew McCarthy, Moore reveló cómo la industria y sus compañeros intentaron intervenir para ayudarla a superar su problema. Durante el rodaje de St. Elmo’s Fire, le asignaron un acompañante sobrio las 24 horas del día para asegurarse de que pudiera cumplir con su trabajo sin recaídas. “Me pusieron un acompañante durante todo el rodaje para que no bebiera, y podrían haber encontrado a otra persona para el papel”, contó la actriz.
La presión por mantenerse en la cima y el temor al fracaso fueron factores clave en su comportamiento. “No tenía autoestima, tenía mucho miedo a fracasar y perder, estaba desesperada por encajar”, confesó Moore en su conversación con McCarthy.
A diferencia de lo que muchos creían, el problema principal de la actriz no fue el alcohol, sino las drogas. En el podcast WTF with Marc Maron, Moore explicó que, aunque su madre era alcohólica, ella nunca sintió una atracción por la bebida, pero sí cayó en el consumo de cocaína. Incluso recordó cómo el director de St. Elmo’s Fire, Joel Schumacher, le pidió que evitara consumir alcohol frente a las cámaras, a lo que ella respondió: “Yo no bebo”.
A lo largo de los años, Demi Moore ha logrado superar los obstáculos que marcaron esa etapa de su vida. Su historia es un testimonio de resiliencia y una muestra de cómo la fama, lejos de ser una garantía de éxito, puede convertirse en una trampa peligrosa sin el apoyo adecuado.
