Multitud rinde homenaje al “papa de la gente” en San Pedro: horas de espera, frío y lágrimas en la Ciudad Eterna

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Miles de personas, entre ellas turistas, recorren con paciencia la Plaza Pío XII para despedirse del pontífice, en medio de estrictas medidas de seguridad y un ambiente de recogimiento.

Ciudad del Vaticano. En el corazón de Roma, la Plaza Pío XII —antesala de la imponente Plaza de San Pedro— se ha convertido en el epicentro de un homenaje multitudinario al fallecido pontífice. Bajo el cielo nocturno y con el descenso de las temperaturas, miles de fieles y visitantes, muchos de ellos turistas, esperan con ansias poder acceder a la basílica para darle el último adiós al llamado «papa de la gente».

Las escenas son de devoción y paciencia. La fila serpentea por las calles aledañas, donde la espera se hace aún más larga con la caída de la noche. “Yo como mucho espero media. No puedo más”, exclama con tono cáustico Tommaso, un romano que, pese al cansancio, permanece firme entre la multitud.

Para evitar aglomeraciones descontroladas, las autoridades han desplegado un gran operativo de seguridad, con presencia de policías, militares y voluntarios de Protección Civil que, además de mantener el orden, reparten agua y alientan a la calma.

El ambiente es solemne. Michele, que lleva más de hora y media esperando sin haber alcanzado siquiera la columnata, insiste en que el esfuerzo vale la pena: “Es por un hombre de paz, un verdadero pastor”. Como él, muchos se arman de paciencia, contagiados por el sentido colectivo de respeto y fe.

Cuando finalmente la fila comienza a moverse, algunos rompen en aplausos espontáneos, mientras otros se apretujan para no perder su lugar. “Es triste porque era especial”, dice conmovida Mary, una joven californiana que llegó a Roma con un grupo de estudiantes en ocasión de la Semana Santa. “Llevo esperando una hora y media, pero definitivamente vale la pena”.

El dolor por la pérdida se entremezcla con la gratitud por una vida de servicio. El eco de las pisadas, los rezos y los murmullos dan cuenta del legado de un pontífice que tocó corazones más allá de fronteras y credos.

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