POR CÉSAR DALMASÍ
Todos o la mayoría de las personas con frecuencia decimos “Yo tuve el mejor Papá del mundo” y cada quien tiene sus razones para expresar dicha frase, porque cada quien expone su gratitud al papá siempre de acuerdo a su experiencia y a la relación vivida con su progenitor y ojalá que términos absolutos toda persona pudiera sentir el orgullo de acuñar la frase de que tuvo el mejor papá del mundo.
En mi caso personal realmente puedo decir que tuve el MEJOR PAPÁ DEL MUNDO, porque logró hacer de mí lo que hoy soy como ser humano y obviamente no me califico yo mismo, al contrario me falta muchísimo por crecer en todo el sentido de la palabra pero sí, dejo a la consciencia de quienes me conocen que juzguen sobre mí, aunque si de algo me ufano es cuando escucho decir de mis hijos que incluso me lo repiten con frecuencia que ellos criaran a sus hijos igual que como su madre y yo los hemos criado a ellos.
Así que me permito compartir con ustedes, la elegía que escribí al ver a mí papá postrado en cama, doblegado por el peso de los años y observar como lentamente se me iba físicamente de mi lado, entonces solo pude decirle en su lecho final el siguiente epicedio.
MI ALMA GIME, MI ALMA LLORA
Mi alma gime, mi alma llora al percibir la cercanía de tu partida Papá y aunque es un adiós al cuerpo físico, mi parte material lo expresa con el gemido y el llanto que le es natural a los seres humanos, pero con la fortaleza, gallardía y dignidad de los entes trascendidos y espiritualmente elevados y unidos con el mismo Dios; elevación en la cual te he querido emular, porque eso eres tú Papá, un ser de luz ascendido al lugar en donde Dios coloca a los de él.
Mi alma gime, mi alma llora, sí es cierto, estoy profundamente compungido y me ahoga la impotencia al no poder evitar tu partida, pero también es muy cierto que mi alma está en paz, en profunda paz, al saber que los hijos de Dios, como lo eres tú Papá, siempre van al encuentro de su hacedor.
Mi alma Gime, mi alma llora y es que aunque sé que algún día nos juntaremos allá en la eternidad, muy a pesar de esa realidad no puedo evitar mi lloro y gemidos que no son mas que una expresión de lo frágil y débil que es lo meramente humano y material, y aunque mi conciencia reconoce la fortaleza de lo espiritual, de todas maneras no paro de gemir y de llorar tu segura partida.
Gemido y llanto, llanto y gemido papá, que triste verte así, con tu mirada perdida, pero que alegre me siento al verte y saberte con tu morada segura allá en aquel lugar de luz, en ese lugar en donde sólo entran y viven los buenos, los mansos, los humildes y todos los que han vivido imitando a Jesús, el nazareno.
Papá, cuanto gemir y cuanto llorar, al recordar la certeza de tus palabras cuando afirmabas, “ mis hijos yo nunca le he hecho daño a nadie, estas manos nunca han hecho un mal” y lo repetiste tantas veces que se convirtió en un himno en tu vida y cuando esto afirmaba levantabas tus manos como simbolizando cual juramento ante Dios.
Como llora y como gime mi alma, cuando revivo tu inconformidad con el sistema y al desandar mis pasos haciendo un recorrido por el recuerdo, vuelvo y te veo cómo protesta y repudia con toda tu fuerza la injusticia y la opresión del hombre hacia su igual.
Y en ese desandar te veo cantar, y vuelvo a escuchar tus repetidas historias, tus cuentos y anécdotas y es por ello que no puedo evitar el gemido y el llanto de mi alma.
NOTA: A propósito del día de los padres en mi país, la República Dominicana y a seis añosde la partida física de mi progenitor, Nicolás Dalmasí Álvarez. Gracias don, gracias papá.